El tamagotchi (mascota virtual)

El Tamagotchi, o mascota virtual, se presentó como la solución para aquellos que querían tener un perro, gato o conejo, pero no contaban con tiempo o predisposición para limpiarlos y ocuparse de ellos.

Creado en 1996 en Japón por Aki Maita y comercializado por Bandai, en la época del "1 a 1" no tardó en llegar a nuestro país una numerosa cantidad de este artefacto con forma de huevo y tres botones debajo de una mini pantalla con precarios gráficos (incluso para esos días).

De todos modos, hizo furor en los chicos (también en algún grandulón), que exhibían colgados de sus cuellos a su pequeño amigo. Costaban $5 y salían como pan caliente en los locales "Todo por dos pesos".

Algunos de sus fanáticos crearon un sitio web que recopilan información, los cuales anunciaron que "a finales de Mayo de 2004 ha salido en España el Tamagotchi connexion, una versión muy mejorada de la que salió en 1997 que incorpora comunicaciones por infrarrojos. Ahora tenemos diez opciones, dos de ellas revolucionarias con respecto a la de 1996, ya que puedes comunicarte otros tamagochis y hacer amigos o más que amigos, ya que ahora tienen sexo".

Quenes quedaron acongojados, tienen la opción de descargarse el simulador y jugar como en aquellos años dorados.

Ahora bien, comparación entre un perro virtual y uno de verdad, a quienes apodaremos Tama (?) y Firulais (?), respectivamente:
-El virtual no ensucia, punto para Tama.
-Tama no te besa como Firulais, punto para este último.
-El virtual no te despierta con sus ladridos, pero no te avisan si te están robando. Sería empate, pero Firulais puede atacar a un ladrón y disminuirlo, mientras Tama solo le haría un chchón si se lo lanzás muy fuerte, punto para el real.
- Las pilas salen más baratas que el Dogui.
- Si se muere, a Tama lo podés reiniciar.

Está parejo...

Italia '90

Pocos eventos generan tanta expectativa como un Mundial de fútbol. Cada cuatro años, es el tema de conversación de los programas deportivos, los magazine, el tachero, el verdulero y Doña Pocha, la señora de ruleros, panza tan abultada como su edad y que baldea la vereda los domingos temprano para ver que adolescente llega esquivando baldosas. En definitiva, un mes en el que hay un país lleno de entrenadores.

Como tal, quedará en la historia lo que pase dentro de la cancha, la canción, la ropa, la ceremonia de inauguración y la final. En todos estos aspectos, de los 18 ya disputados entre 1930 y 2006, no hay ninguno que quede tan marcado para los argentinos como Italia '90, que dio el puntapié inicial de la década dorada.

En lo futbolístico, un equipo que no llegó del todo bien perdió el primer partido ante un Camerún que entendió por Fair Play lo que Guido Suller entiende por "salí de adelante de la cámara", sufrió la fractura de su arquero, encontró a un Maradona que arriesgaba sus valiosas y lesionadas piernas por la camiseta, y a un jóven Goycochea que se puso el traje de héroe para atajar penales.

Eliminó a Brasil en un partido recordado por la cantidad de llegadas al arco de los garotos, los tiros en los palos, el bidón con "agua saborizada" que tomó Branco. Luego de Yugoslavia, dejó al Italia sin la ilusión de dar la vuelta en su propia tierra y vendió cara la derrota ante Alemania en el último partido, por un penal que sólo vio el señor Codesal y la imágen recordada por todos de Diego puteando a todos los tanos que abucheaban nuestro himno.


Quedará por siempre la película Heroes II, que cierra con los jugadores en la Plaza de Mayo cantando con una multitud que fue a recibirlos, Diego con la camiseta y Pumpido en muletas, mientras suena de fondo el mejor tema músical de todos los mundiales: "Notti Magiche".

Boletos vendidos por el chofer

Otra cosa que murió en la época en cuestión. Podrán decir que las maquinas expendedoras de boletos quitan una responsabilidad al conductor, lo distraen menos, etc.
Obvio, ésto siempre y cuando no se rompan.

Aunque la realidad indica que se crearon para evitar que las empresas de colectivos evadan impuestos en la época de Domingo Cavallo.

Desde el punto de vista nostálgico, con el viejo sistema, uno miraba si le tocaba capicúa, es decir, que se lea igual al derecho y al reves, y se los guardaba porque el mito decía que la suerte iba a acompañar a quienes los posean.

Sin ellos, ya no hay incentivo de ver el boleto y con la nueva modalidad también se lucra con un bien del Estado como es el dinero, dado que, si sos desprevenido y no sabés, hay gente que le vende $90 en monedas a los comercios por la suma de $100).

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Helado Egocéntrico

Placer que militó a mediados de los '90 y que rozó la perfección.

Era un delicioso helado de leche sabor avellanas, con cobertura sabor cacao, crispies y un centro de chocolate que era simil galletita

Era de Frigor y salía $1.50 con el 1 a 1, en la época del riojano más famoso (no, no es Ramon Díaz, el otro).

Hoy valdría como 5 mangos, unas 3 pares de medias en un Outlet (?).

Alfajor Suchard

El noventoso fue el último hincha del alfajor Suchard, del cual no se encuentra foto digital.

Dice la leyenda que partió en el 2001 con la crisis hacia Brasil y en el lugar donde se fabricaba estuvo ocupada ilegalmente por un grupo de familias sin techo, luego fueron desalojados y el gobierno ha planeado su demolición.

Fueron los primeros en venir con mousse. Comentario subjetivo: eran riquisimos.

Serie AMIGOVIOS

Era un grupo de amigos que compartían colonia de vacaciones, y luego el colegio (al parecer, el programa dio para más de lo que esperaban), y en ambos tenían los mismos docentes (Diana Lamas y Fabian Mazzei)

Entre los chicos, los principales eran: Guille, el gordito rudo, Andy, el millonario cheto que se adaptó tarde al grupo, y Carlitos, el hijo del ladron re-insertado en la sociedad.

Por el lado de las niñas, estaban, entre otras, Belen, la rubia pecosa y chusma, Katy, la que le querían dar todos, y María, que quedó paralitica porque la atropelló el padre de Andy y volvió a caminar en la colonia.

Como la mayoría de los programas de este tipo, era bastante entretenido hasta que se quedaron sin ideas y comenzaron a fantasear demasiado.